Un Boca con juveniles le ganó a River por 1 a 0 con un gol de Mouche, ¡si de Mouche! el segundo clásico del verano. Sin jugar bien, le bastó con la camiseta para vencer al desalmado e inexpresivo equipo del ascenso.
Se terminó lo que se daba. Se acabó el futbol de verano. Y todos deberán volver a su situación personal. Esta chance que le dio el destino a River de olvidarse de su triste realidad y volver a enfrentar a Boca se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. “Ahora se pudrió todo y estamos acá” dirán los plumíferos y acá es la B Nacional. Mientras papá retorna a la Copa Libertadores.
Todas las cataratas de declaraciones fantasiosas ya no tendrán más fundamentos. O si. Uno nunca sabe. Lo cierto es que la dimensión paralela que viven en Núñez tuvo un baño de realidad. Dos superclásicos, dos derrotas. No podrán decir que la Primera es más fácil que la B Nacional. Dirán que estuvieron cerca de ganarle al campeón invicto, que lo dominaron por momentos y toda esa fantasía animada que debe ayudar a sobrellevar este momento durísimo para los hinchas del equipo que alguna vez fue el segundo equipo mas importante del país. Hoy ni eso le queda. En los dos cotejos Boca tuvo la facilidad de marcar que no tuvo en ninguna de las 19 fechas.
En Mendoza, el Xeneize encaró el enfrentamiento como si estuviese jugando un amistoso de preparación con un equipo de ascenso. Afuera Orión, adentro Sebastián Sosa. Averiado Franco Sosa, tuvo su chance Enzo Ruiz que no era titular desde aquel duelo con Tigre, que comenzó el camino de los 29 duelos invictos. Encima, el puesto del defensor es central. O sea Boca tenía un lateral improvisado prácticamente. Lo mismo en el otro costado con Juan Sánchez Miño, cuya posición y en donde tiene mucho futuro es de volante por izquierda. El primero mostró solvencia y nunca se complico. El otro evidencio un sutil trato del balón.
Por su parte, el arquero se dio el lujo de jugar un Superclásico y no tuvo fisuras. Relajado, sobrio, seguro. Portero de nivel internacional. No tuvo grandes intervenciones porque River fue puro humo. Solo tuvo un centro de Sánchez en el comienzo del partido, un tiro esforzado de Cavenaghi que controlo sin problemas, y un disparo de lejos de Ríos sobre la hora. Eso fue el ataque del ex Millonario a lo largo de los noventa minutos.
En el primer cuarto de hora pasó poco y nada. Cuando el uruguayo Sánchez empezaba a complicar a un estático Erviti, llegó la apertura del tanteador. Otra vez Ledesma mostro sus condiciones. Viveza a la hora de recuperar la pelota, despliegue para llegar al fondo, tenacidad para no dar la bola por perdida, y su calidad para meterle la pelota en la cabeza a Mouche. El zurdo por fin se sacó la mufa y ajusticio al vendehumo de Vega.
Con la victoria, Boca le dio el esférico al estéril adversario que nunca tuvo ideas. Cavenaghi tuvo el empate pero definió por arriba del travesaño con el arco a su disposición, y sin marcas. En el complemento, el Xeneize no se esforzó nunca para liquidar la historia y puso en ridículo a su oponente que nunca supo que hacer con la pelota, incluso cuando la tenia Carlos Sánchez, quien fue el único que obligó pero siempre termino mal las jugadas.
Con la lesión de Schiavi, ingreso Sauro, quien no jugaba desde la misma época que Ruiz, pero hizo olvidar al Flaco, con mucha solvencia. Insaurralde fue el patrón de la defensa. A Boca le faltó futbol en este verano, pero River defiende tan mal que le simplificó la ecuación. Faltaron muchos jugadores, en algunos puestos actuaron los suplentes de los suplentes. Boca despacho a su archirrival y no le dio lugar ni a la alegría de vencerlo. Antes que empiece la verdadera historia. La que tiene a uno en la Copa, y a otro en la B.
BOCA: Sosa 7; Ruiz 6, Schiavi 6 (Sauro 6), Insaurralde 6, Sánchez Miño 6; Ledesma 7 (Araujo), Somoza 5, Erviti 4 (Colazo 5), Chávez 5 (G. Fernández -), Mouche 6, Blandi 5
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