viernes, 6 de julio de 2012

Mi único héroe en este lío



El adiós del más grande ídolo de Boca pone fin a la era más maravillosa de la historia del club. La desazón es peor aun que las derrotas que dejaron a Boca sin Copa y sin torneo.


¿Era todo? Pregunté, siempre un iluso” dice la canción de los Redondos “Esa estrella era mi lujo”, ojalá todo sea una pesadilla, pero Román se va de Boca. Tal vez para siempre. El dolor de no verlo más con la camiseta Xeneize es superior al ocasionado por la derrota. Es el fin de una era. Aquella que empezó en 1996 y parece terminar de una forma inesperada.
La interna del plantel con el cuerpo técnico pudo haber sido la causa pero el desencadenante es realmente poco claro. Sorpresivo. Porque se da en un año en que el Diez cuando jugó y las lesiones lo permitieron, lo hizo de buena forma. Sin alcanzar el nivel de 2007, le alcanzó para marcar el rumbo de un equipo que apostó por todo y está al borde de quedarse sin nada. Pero vale el esfuerzo.
Pero eso es otra historia. Esta historia arrancó por noviembre de 1996, el día que por primera vez Riquelme pisó la Bombonera. Con su juego pausado y elegante enamoró a toda La Bombonera esa misma tarde. Su primer gol llegó semanas después en un 6 a 0 a Huracán. Al año siguiente, jugó poco con el Bambino Veira pero hubo un hecho que marcó lo que se venía. En el último partido de Diego Maradona, lo reemplazó en el entretiempo y colaboró para que Boca de vuelta el partido ante River. Un superclásico. Un clásico fue el resultado final, como casi siempre sucedió.
Pero lo que lo pone a Roman por encima de otros ídolos fue su participación en las Copas de la mano de Bianchi. Un juvenil Riquelme le dio brilllo al bicampeonato del Virrey pero fue en la Libertadores 2000 en la que empezó a tomar vuelo propio, por encima de otros ídolos como Guillermo y Palermo.
Los duelos ante River quedaron en el recuerdo. El gol en la ida. El penal en la vuelta que sentenció la historia. Un tiro desde los doce pasos que fue bisagra para los dos colosos del fútbol argentino. Uno fue derecho al Paraíso. El otro empezó a sumar fracasos, mirar con envidia a su archirrival y terminó en el infierno mismo. ¿Será por eso que lo odian tanto?¿O será la envidia de que él haya ganado más Copa Libertadores que River en toda su historia?
La épica no quedó así. Decisivo en los duelos ante el ex Millonario no son tan determinantes para ganarse el mote del ídolo más grande del equipo más grande del país. Hubo tantos. No es tan difícil. La epopeya se la ganó en Brasil primero. Torazo en rodeo ajeno. En la final del 2000 y en la Semi de 2001 ante Palmeiras –este fue el partido perfecto, gol incluido-. O la victoria sobre el Real con pase gol incluido, pero sobretodo por como controló el partido debajo de su suela.
En 2002, el romance tuvo su paréntesis. En Barcelona no tuvo lugar por los caprichos del DT pero en Villarreal encontró su segunda casa futbolística, metiendo al modesto equipo español en semifinal de Champions League. Luego recuperó su lugar en la Selección; fue líder del equipo albiceleste que mejor jugó en la era post Maradona en un Mundial, fue reemplazado cuando una asistencia suya ponía a Argentina, por primera vez entre los cuatro mejores del mundo después de 16 años. Pero el empate alemán arruinó los sueños. Los envidiosos de siempre le echaron la culpa a Riquelme.
La gran Copa América del año siguiente y la actuación en las Eliminatorias –en ambos torneos fue el goleador de la Selección, aun después de su salida tras el conflicto con Diego- no sirvieron para acallar las críticas mal intencionadas. Tampoco la medalla dorada en los JJ. OO. La envidia mata. La Selección sin Román estuvo a punto de quedarse afuera de Sudáfrica 2010.
Pero en el patio de su casa, como el llamó a la Bombonera, volvió a vivir. La maravillosa producción en la Libertadores 2007 como artillero del campeón, con ocho tantos –tres convertidos en la serie final ante Gremio- lo catapultaron definitivamente al sitio de ídolo máximo. Algo que quedó demostrado tras la ruptura con Maradona, en el que el hincha común, lo puso como ídolo máximo.
Los títulos locales de 2008 y  de 2011, ambos sin Palermo en cancha, ratificaron esta cuestión de máximo superhéroe Xeneize o Bostero. Por las copas, por los títulos, por los superclásicos, por todo esto; Roman es para Boca, lo que Maradona para la Selección. El mejor de todos. El ídolo. Pasan los años, pasan los jugadores, y es verdad Boca seguirá en pie gracias a su gente. Pero no habrá ninguno igual. Pero algún día, alguien preguntará por él. Y todos diremos “que Román fue el más grande”. No será el único héroe de este lío, hubo otros, pero él sencillamente fue el más héroe de todos.