Boca perdió el
clásico de verano pero el resultado es lo de menos. El equipo volvió a mostrar
errores infantiles ante el rival de toda la vida, pegó más de lo que jugó y
entró en el juego del rival, protegido por los árbitros y los medios. El
Xeneize no sufrió una goleada solo por la incapacidad ofensiva del adversario.
Diez minutos tardó la ilusión del hincha de
ver a un Boca distinto al de los últimos tiempos. El equipo del Vasco
Arruabarrena volvió a pecar de ingenuo y, pasado de revoluciones, cayó ante River
sin atenuantes.
De nada sirve ponerse a pensar que hubiera
pasado si los arbitrajes en los duelos coperos hubiesen sido tan estrictos como
el de Patricio Lousteau en la noche marplatense. Solo hay que pensar con
frialdad de ahora en más y en no cometer errores infantiles. No estamos
hablando solo en lo que le debe haber pasado por la cabeza a Jonathan Silva
para pegar la patada que pateó –al menos fue a pedirle disculpas a Mercado,
cuando Pavón todavía está esperando la disculpa de Vangioni del verano pasado-.
La respuesta es simple. Fue un pecado de juventud, influenciada por el ímpetu de
demostrar que tiene lo que tiene que tener para jugar en Boca y ganarse la
primera ovación. Llegó tarde y el error lo pagó caro. La mayor preocupación
pasa por los líderes del equipo.
Tevez se fue del partido con el penal
infantil que cometió. El Apache apenas jugó veinte minutos. Ese error lo hizo
perderse en la mediocridad general. Poco hizo. Lo preocupante pasa por que un
líder de esa característica comete semejante tontería. Quizás no pensó que
Lousteau se iba a animar a cobrar el penal, capaz no recordó que la animosidad
que tiene este arbitro con el equipo desde aquel partido del Clausura 2011, que
marcó la bisagra hacia el descenso de los primos. Desde en ese cotejo, cada vez
que puede el referí le cobra todo lo que puede en contra de Boca. Lo que está
bien cobrado y lo dudoso. Todo. No perdona una. Lo mismo pasa por el Cata Díaz,
más allá de la injusticia que sufrió –Viudez ni siquiera fue amonestado en una
jugada similar a la de Peruzzi, que vio roja directa-. El capitán del equipo no
puede dejarnos con tres jugadores menos ante el clásico rival.
Hay poco para rescatar como positivo. La firmeza
de Tobio fue el único dato alentador. Quizas podramos sumar la
polifuncionalidad y sacrificio de Jara o Meli. Alguna pincelada de la categoría
de Osvaldo –quien lamentablemente también decidió en pelear más de lo que
jugó-. Realmente es muy poco para un equipo que se cree superior a los rivales
antes de jugar.
En el último año, Boca perdió ante Racing y
San Lorenzo y mejor no hablar de las series coperas con River –hasta la
pimienta, Boca no había estado a la altura de las circunstancias-. Otra vez
volvió a fallar. Otra vez pequeños detalles le impide sacar resultados
positivos. Anoche fueron de los más experimentados y de los más jóvenes. Todos
jugaron para que Boca vuelva a Buenos Aires con una goleada histórica. Pero no
fue así, porque River fue incapaz de generar situaciones de gol, aun con dos
jugadores más.
Lo que es cierto es que más alla de todo lo
que pasó en los últimos tiempos. Boca depende de Boca. La impunidad y la suerte
de River pronto se va a terminar. Demostró en la cancha que tiene poco y nada.
Boca tiene que jugar y aprender de los errores. Meter cuando hay que meter.
Pero de forma bien intencionada y inteligentemente. Material sobra. Falta tranquilidad.
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