viernes, 6 de febrero de 2015

Paseo por la montaña

Boca trituró a River por 5 a 0 para dejar sepultado, de una vez por todas, el pobre 2014 y esperar con ansias el año que empieza. El Xeneize aprovechó todo los errores que cometió su archirrival, y cuando aceleró hizo historia. Su rival apeló a la misma receta que en la copa, pero esta vez tuvo un arbitro que apeló al reglamento y su mentira de fútbol champagne se cayó como un castillo de naipes.

Cuando terminó 2014, nadie podía imaginarse semejante verano. Con la herida abierta de la eliminación en la Sudamericana, Boca encaró este nuevo año con la misión en primer lugar de lograr la clasificación a la fase de grupos, pero también debía cortar la maléfica racha ante River. Era algo impostergable.
En el primer chico, Arruabarrena decidió guardar a todos los titulares, excepto a Nico Colazo, por quien no tenía reemplazante hasta ese momento en el plantel.
La jugada le salió bien. Un gol del chiquilin Franco Cristaldo y muchas soberbias actuaciones como la de Pavón, Pablo Pérez, Guille Sara, Guille Burdisso, Fuenzalida, Cubas (pese a la roja) y Carrizo le permitieron al Vasco darse cuenta que tiene varios soldados que le pueden salvar las papas cuando sea necesario. 
El equipo titular no fue menos. Le ganó ajustada pero merecidamente a Velez. Calleri puso todo, solo le faltó el gol. Gago se pareció al Gago que nos deslumbró a todos cuando debutó en Primera. Meli estuvo en todas partes y la defensa cumplió casi sin sobresaltos. Y Nico Colazo metió un zurdazo que se convirtió en un golazo que sirvió para la clasificación a la Libertadores, con todo lo que eso significa.
Y así se llegó, al clásico de Mendoza. La victoria en Mar del Plata relajó y descomprimió para el duelo ante Velez, pero la herida seguía abierta. Los clásicos no son amistosos. Se jueguen en la Boca, Nuñez, Mar del PLata o Mendoza solo sirve ganar.
Al River de Gallardo, después de Mar del Plata, se le empezó a dar cuenta cual es su verdadera cara. La de un equipo golpeador durante el partido y descontrolado en desventaja. En Mendoza, pasó lo mismo pero aumentado a la décima potencia.
Leonel Vangioni demostró no tener todos los jugadores en su cerebro. Solo así se explica como le entró al chico Palacios,  a los diez minutos, luego de venir de lesionar a dos jugadores de Boca; el burrito Martínez y el pibe Pavón. ¿Pero que se le puede pedir a este muchacho? ¿Quien le va hacer entrar en razón? ¿El Muñeco Gallardo, el mismo que rasjuño al pobre Pato Abbondanzieri? Pero eso es un problema de River.
La idea millonaria para frenar a Boca fue golpear tanto en los amistosos como en la Copa. Parece que para demostrar caracter o personalidad, hay que lastimar jugadores contrarios. Afortunadamente esta vez hubo un arbitro que hizo valer el reglamentó y cobró lo que tenía que cobrar.
Pero el partido no lo desnaturalizó, la violencia de River, aunque lo pudo haber hecho. Sino que fue otra de las grandes mentiras de River, la que abrió el marcador. Ramiro Funes Mori hizo un pase hacia atrás increíble, provocó el resbalón de Maidana, y el pibe Cristaldo, aceleró y otra vez se la mandó a guardar al pobre de Barovero.
El segundo y el tercero fueron dos poemas a la perfección del contragolpe. Como para que no le echen culpas a un solo jugador. Uno llegó desde un costado y el otro desde el otro. Primero Chavez le puso un pase milimétrico a Palacios que definió bárbaro y luego se intercambiaron los roles; el tucumano asistió al Comandante para poner el 3 a 0 en media hora.
Ahí sí, llegó el festival de rojas de un arbitro que no se dejó amedrentar. Lo que no hizo Trucco en la Bombonera lo hizo Abal. River se quedó con 8. Mayada, Carlos Sánchez (el que le dio un puntapie criminal a Miño que provocó su caída y su luxación de hombro en el clásico de 2012) y Teo (alguien que lleva bien puesta la remera de River, habla más de lo que juega). Ante una patada de otro jugador, Gallardo le dijo socarronamente que lo eche. ¿O quería abandonar?
Increíblemente con la ventaja numérica parecía haber un pacto tácito para no seguir aumentando la goleada. Hasta que entró Jonathan Calleri. El exAll Boys metió un golazo y luego asistió al pibito Betancur, de apenas 17 años.
 El 5 a 0 es historia pura. Nunca hubo tanta distancia entre Boca y River. En el 82, Boca lo habia goleado como visitante por 5 a 1, en la otra victoria más abultada de la historia del profesionalismo. La más abultada sigue siendo el 6 a 0 de 1928 en pleno amateurismo.

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