Boca cayó ante Toluca en México por 3 a 2 y
ahora deberá enfrentar ni más ni menos que al último campeón de la
Libertadores, Corinthians. El conjunto de Bianchi volvió a jugar más y pagó
caro sus errores defensivos.
El
panorama no podría ser peor de cara a los octavos de final. El equipo que parecía
tener una leve mejoría hasta la catástrofe de San Juan, volvió a retroceder y
cayó ante Toluca por 3 a 2. Ahora ni más ni menos que Corinthians, un rival de
temer, pero lo que más preocupa no es el adversario, último campeón de la Copa,
sino que el problema es el propio nivel de Boca. El principal enemigo de Boca
es Boca, valga la redundancia.
Un equipo
con errores en defensa, de técnica, táctica y concepto, juegue quien juegue en
esa línea de cuatro no es garantía de nada. Por eso, por más que se enciendan
de una buena vez los delanteros, los horrores defensivos hacen que todo se
caiga como un castillo de naipes. Parece que a los rivales no les cuesta nada
generar situaciones y tampoco convertirlas en gol.
Hoy
Agustín Orión es el único jugador que está en su nivel. Ni siquiera Juan Román
Riquelme pero al Diez le basta jugar en cinco puntos para ser uno de los pocos
que no aplazan los exámenes. El enganche perdió dos pelotas que derivaron en
dos goles. El primero y el último. Pero caer a Román no solo es un error sino
que es una blasfemia por lo que dio pero también porque las pocas situaciones
de gol que el equipo genera también son culpa suya.
El
primer tanto llegó en un contragolpe en que Toluca se aprovechó de la flamante
defensa de Boca. Leandro Marín, lateral de los juveniles argentinos anteriores
que volvió de ostracismo de la época de Falcioni en la que no jugó ni un solo
minuto, tuvo que bailar con la más fea que es Edgar Benítez y por allí vino la
primera conquista de los aztecas. En definitiva, el joven lateral no fue un
desastre pero tampoco una maravilla, merecería otra chance, porque si eso fuera
poco no fue el peor de la defensa. Tampoco el más malo fue Magallán, que debutó
como titular en la Libertadores. Pero hubo dos jugadores que volvieron a jugar
muy mal, casi por enésima vez desde que llegaron a Boca; Caruzzo y Albín. Uno
tuvo culpa en el primer gol y el otro se durmió y no cumplió con la orden que
le dio Orión de cubrir el primer palo. Además ninguno dio seguridad en todo el
desarrollo del partido.
Un Boca
que se arrastraba por la cancha encontró el empate en el momento menos esperado
y con el intérprete menos esperado. Leandro Somoza, de cabeza, aprovechó un
centro bárbaro de Riquelme y con la complicidad del arquero, igualó. Premio
para un jugador de lo más castigados por sus actuaciones, pero que no se
esconde más alla de sus ineficiencias tácticas, técnicas y físicas.
El
empate debía haber sido una especie de inyección anímica para Boca. Pero salió
adormecido, con un comportamiento pasivo y alarmante. No extrañó el segundo gol
de Toluca, más allá de la mano grosera
en la mitad de la cancha en el comienzo de la jugada. Lamentablemente tampoco
sorprende la pasividad con la que Flavio Santos cabeceó solo y mucho menos que
el jugador pasivo que lo habilitó fuera Albín.
Es increíble
con lo fácil que le cabecean a Boca, pero eso no terminó ahí. El Xeneize trató
de despertarse un poco. Y llegó el empate, gracias a una réplica perfectamente
conducida con la paciencia de Roman, que cedió para Blandi quien leyó muy bien
la jugada y entregó para que Pol Fernández a la carrera metiera el empate.
El 2 a
2 servía más que nada para la inyección anímica de cara a la etapa decisiva.
Quedaba poco tiempo. Pero la defensa de Boca es una obra maestra del terror.
Increíblemente nadie cubrió el primer palo, pese a que Orión se lo pidió a sus
compañeros (dicen que Erviti debió ocupar ese lugar pero ya había sido
reemplazado, de ser así, si el CT no sugirió que alguien lo reemplace en dicha
función es un error). Y otra vez Flavio Santos cabeceó solo.
Así
Boca perdió la chance de quedar mejor posicionado. Igualmente con el empate en
dos goles poco hubiera servido, de todas maneras tendría que ir a Brasil pero a
enfrentar a Fluminense. Pero ahora el rival es Corinthians. Tal vez el miedo al
ridículo, sirva para que este equipo se una por fin, este atento. La empresa es
difícil, tal vez imposible. Pero hasta que no empiece a rodar la pelota, nadie
puede sacarnos la esperanza. Porque somos Boca. Y seguramente tampoco en San
Pablo se deben haber alegrado con que Bianchi, Riquelme y los suyos tengan que
visitar su ciudad.
BOCA:
Orión 6; Marín 5, Magallán 5, Caruzzo 4, Albín 4; Fernández 6, Somoza 6, Erviti
5; Riquelme 5; Martínez 5, Blandi 5
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