La victoria en la renaciente Copa Argentina
le da a Boca un nuevo comienzo y la tranquilidad de que el esfuerzo del
semestre pasado dio réditos con ganar un
torneo.
Tanta
agua pasó debajo que parece una eternidad. Desde esa noche en el Pacaembu en el
que terminó una era, solo pasaron poco más de un mes, pareció un año. Pero sin
Riquelme, Boca quedó vacío de fútbol –demostrado en el debut ante Quilmes- y en
los primeros minutos ante Racing.
Cuando
se esperaba que Falcioni vuelva a su dibujo fetiche 4-4-2 apostó por mantener
el enganche y darle la confianza al Pochi Chavez, quien había sido vital en el
torneo que ganó Boca cuando tuvo que remplazar al lesionado Riquelme, pero que
este año no había tenido un buen nivel.
Poco
fútbol, mucho pelotazo. Poco juego asociado, pero mucha fricción. La Academia
empezó mejor pero Sand definió mal. En la jugada siguiente, Silva aprovechó un
error defensivo –pase de Ustari, lo que demuestra, lo que fue Boca, puro
pelotazo- y definió con la misma frialdad que lo caracterizo en Velez y en
Banfield.
En el
complemento, ingresó Sanchez Miño y Boca tuvo otra clara. Más profundo con el tándem
del joven volante y Clemente, quienes armaron la jugada del segundo gol, conseguido
por Viatri. Después tuvo muchas chances para liquidar la historia, con cabezazo
en el travesaño incluido pero el Xeneize perdonó.
El
descuento inmediato de Viola agregó dramatismo al cotejo pero Boca aguantó. Y
pudo definir la historia pero volvió a faltar en la puntada final. Racing tuvo
las suyas pero Sand no estuvo en su día. El festejo llegó a modo de desahogo.
La Copa era de Boca, y ahora quedará tiempo para mejorar. El desafío para
Falcioni es darle cancha al jugador distinto que tiene Boca, que es Sanchez
Miño y ver si puede ser titular el nuevo refuerzo, Lautaro Acosta.
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