El año cierra con Boca campeón batiendo todo los records habidos y por haber, pero este 2011 también entrara en la historia como el año que ellos se fueron a la B.
Es surreal. No podía ser más perfecto. Este 2011, que no arrancó de la mejor manera en partidos oficiales. Culmina como un sueño ideal. Boca campeón invicto, con 29 partidos invictos y la serie puede continuar la próxima temporada con el regreso a la Copa Libertadores, y la máxima ventaja sobre un subcampeón en la historia de los torneos cortos.
Parece mentira todo lo que ocurrió en este tiempo que parece que hayan pasado más de doce meses. La llegada de Julio Falcioni como DT sirvió como trampolín para una nueva ilusión. Con él arribaron al club refuerzos como Rivero, Somoza y Erviti. El verano fueron todas rosas. Con triunfo a River –si con V corta todavía- incluido, y luego un empate contra el mismo equipo.
El primer cotejo oficial fue un verdadero balde de agua fría. Godoy Cruz se aprovechó de los cambios de aquel mediocampo, con Román, Battaglia y Erviti siendo titulares por primera vez en el año. La victoria sobre Racing fue solo una aspirina, porque una semana después, el DT le pifió feo. Borro a Riquelme, quien no había jugado el duelo en Avellaneda por lesión, y apenas pudo empatar con All Boys.
Tres derrotas consecutivas, ante San Lorenzo, Vélez y Olimpo dejaron al conjunto inmerso en una crisis. Pero Falcioni mostró carácter, y aguantó el temporal. Sin sobrarle nada, con un esquema ultradefensivo de cinco defensores, tomo impulso con dos alegrías ante Colon y Estudiantes. Pero eso fue un espejismo. Solo fueron tres puntos. El intento de levantada se frenó en el Sur ante Lanús. Otra vez, afuera de la lucha por el titulo, antes que se llegue a la mitad del certamen.
Increíble pero real, fue como Boca levantó el partido contra Tigre. Luego de un pésimo primer tiempo, en el que perdía 0-2, alcanzó el empate y luego de una nueva desatención logró el 3 a 3, que como se dio fue milagroso. Lo asombroso fue que ese día marco el verdadero comienzo de la resurrección. Ya no perdería más, no solo en ese torneo. Si no que a lo largo del año.
El enfrentamiento entre Palermo y Riquelme todavía hacía eco en el plantel. Pero, al parecer, hicieron un pacto por el bien de Boca. Los dos, primero el Diez y luego el artillieron, le enseñaron a caminar los primeros pasos. El Titán no había marcado a lo largo del torneo, pero una vez que la metió en la goleada sobre Huracán, no paró de meterla. Incluso pese a jugar medio año, fue el artillero a lo largo de 2012.
Sus tantos a Independiente y Argentinos, sirvieron para ir calentando la garganta de cara al Superclásico. Luego del duelo, en la Bombonera, quedarían cinco fechas. El Xeneize solo jugaba por el honor y la camiseta, pero su archirrival se jugaba la categoría. Si bien, había estado puntero sin jugar a nada, River todavía coqueteaba con la Promoción. Si perdía y se daban un par de resultados, podía retornar a la zona de revalida.
La previa estuvo salpicada de folklore. De banderas, y atuendos de fantasma, y otras yerbas. Mucho colorido, y mucha gente. Fue un partido raro. La visita si bien tuvo la pelota, no creo situaciones. La excusa fueron los penales que no cobro Loustau. Pero solo fue claro el de Insaurralde a Funes Mori. Nadie habla de la apresurada amarilla a Insaurralde y Somoza. O la no segunda amarilla a Ferrero. De la no amarilla a Lamela por pegarle a Riquelme, lo que le hubiera significado la quinta para el único jugador de la contra, que al menos podía intentar parar la pelota, sin que se le vaya por debajo del pie.
El destino hizo que todo cambie en cinco minutos. Un Boca dormido, con Riquelme destruido físicamente y con Palermo al borde del retiro, apenas podía llegar con una pelota parada. El gran capitán plumífero se durmió la siesta en una salida, quiso cazar la lanza en un ataque, regaló la pelota, y posibilito el contragolpe que derivó en el córner, que culminó en el gol en contra de Carrizo. Digno gol de un equipo de la B.
Minutos después, la película de Martin tuvo sus minutos en dicho superclásico épico. Cabeceo con tanta libertad. Tanta parsimonia para defender termino teniendo su premio. El viaje al Nacional. Tenían tiempo para levantarse pero vivieron su realidad paralela. Que le habían robado el clásico. Un escándalo mediático por unos penales, cuando por ejemplo a Boca, no le dan un penal en el Monumental desde el 1997. Catorce años.
Quedaban cinco fechas para el cierre del torneo. Mientras Boca dedicó el año en empezar a diagramar el futuro equipo y despedir a una de sus mas grandes glorias, como Martin Palermo, quien se retiró ante un Bombonera colmadisima ante Banfield, River iba camino al infierno, y a romper las barreras de la ortografía. Faltaba poco para que su nombre lleve B larga para siempre.
Ante el Cuervo, otro autogol de Carrizo que a esa altura tenía mas goles que el temible Funes Mori –lo de temible era para sus propios hinchas- dejó a River con la obligación de ganar en Bahía, ante su rival directo, Olimpo, pero le falto grandeza, y festejó el empate. Todo para llegar a la última fecha con chances. De ganar, iba a desempate con los bahienses. Pero perdieron con Lanus.
La Promo era realidad. La Promo de invierno que nadie quiere. El rival de turno era Belgrano, especialista en perder Promociones -¡ni a Racing le había ganado!-. Pero el terror o ese mantel refrigerador que es la camiseta gallina pudo más que cualquier pronóstico. Claro que viendo jugar al conjunto millonario a nadie podía sorprender el descenso.
Tras el 2 a 0 en Córdoba, con una gran actuación de la hinchada que agredió a sus propios jugadores. Llego el 26 de junio que quedara para siempre grabado. Hubo un penal que no le dieron es cierto. También hubo dos tarjetas rojas a Pavone y a Arano que no se sacaron. Pero un tal Farre marco el tanto que hizo historia y decretó el descenso. Pezotta quiso compensar, regaló un penal, pero Pavone tiró una masita. No hubo tiempo para más. Las nubes negras estaban por doquier. Y no era Almeyda, el vendehumo numero uno, que se puso a vender velas, por si no encontraba trabajo pronto. Eran los propios hinchas que quemaron su propio estadio. O mejor dicho la tribuna que le armó la junta militar. El resto del estadio permaneció fiel a su historia, en silencio. Silencio atroz.
Tras el descenso de los primos, Boca armó su reconstrucción. Con un promedio bajo, pero para mitad de tabla, sabia que no podía darse mas lujos. En año de elecciones, los dirigentes se la jugaron con los refuerzos. El Flaco Schiavi tuvo un rejuvenecimiento impecable, Orión fue un arquero solido y confiable como hace mucho no tenia el club y Cvitanich aportó su cuota goleadora.
El mejor refuerzo fue Riquelme. Mejorado físicamente, fue decisivo para poner de pie, y hacerle dar sus primeros pasos de campeón. La goleada a Unión tras el tibio empate ante Olimpo, trajo tranquilidad para ir a Rosario y ganar sobre la hora. El empate de San Lorenzo sirvió para demostrar que aun jugando mal, era difícil perder.
Las victorias por la mínima ante San Martin, Independiente, Lanús y Estudiantes fueron mentirosas, porque debió haber ganado por más diferencia. La igualdad ante Argentinos, en el peor partido del certamen, hizo que se mantuviera el invicto. El triunfo contra el perseguidor Tigre fue el preámbulo para la dolorosa parda ante Belgrano, en el que se perdió a Riquelme y a Viatri.
Sin el Diez, Falcioni termino de demostrar que había aprendido a dirigir a un grande. No chocó el auto que se iba derecho al titulo. Chávez explotó y fue vital. Blandi brindo su cuota goleadora. Y el resto mantuvo a Boca de pie, con una defensa solida, sin grietas, liderada por el oficio de Schiavi, la garantía de confianza de Orión, el despliegue de Clemente, la solidez de Roncaglia, y hasta Insaurralde parecía de Selección. Ni hablar de Somoza, que partido a partido, demostró que era aquel cinco de Vélez. Erviti fue un jugador completo, que se puso la galera y el bastón, y que mutaba al overol sin ponerse colorado, siempre pensando en lo que el equipo necesitaba. El Burrito Rivero no paro ni un segundo y terminó de ganarse a los hinchas.
El destino tiró su último tiro de gracia. Como si hiciera falta. El fin de semana que el Xeneize se consagró campeón, River en su liga perdió con Boca… Unidos de Corrientes, en un típico partido que no perdió por la camiseta de enfrente sino por el nombre. Así se fue un año inolvidable que quedará por siempre tatuado en el corazón de cada hincha de Boca...y de River también.
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